← Back Published on

Siempre fieles al taller de debate

A decir verdad, comencé el curso de primero de bachillerato sin saber a qué actividades extra curriculares apuntarme ¡Había mil talleres en el instituto! y yo, como buena indecisa que soy , deseaba probarlos todos.

Programación, ecología, robótica, baile, fotografía... Fui un día o dos a cada uno de ellos pero el que verdaderamente me cautivó, y se volvería un apoyo para mí durante todo el curso, sería el taller de debate.

Recuerdo subir las escaleras el primer día hacia el aula de la tercera planta que habían desinfectado para nosotros mientras le preguntaba mi maxi coordinador "pero ¿tenemos que traernos los argumentos preparados?"

Durante la primera sesión hablamos de la gestión de la pandemia por parte del gobierno, sin embargo, a medida que nos fuimos conociendo en profundidad, la discusión siempre derivaría en dos grandes cauces principales: feminismo y cuestiones de género, y potenciales sistemas políticos.

Los primeros días el aula estaba llena e íbamos compartiendo nuestro punto de vista sobre determinado asunto de manera ordenada. El orden duró poco y la dinámica dialéctica también. Creo que estábamos todos demasiado preocupados de hacer llegar nuestra opinión personal y de que esta fuera vista como la más verdadera, que de desmontar los argumentos del oponente, que, aunque podían parecer coherentes en un primer momento, eran, en muchos casos, tramposos y falsos.

La clave, según aprendí, para analizar un argumento está en cuestionar sus bases y sus implicaciones

¿Qué está dando por hecho? ¿Qué ideal de ser humano está defendiendo? ¿Cuáles son sus premisas ocultas?

Nuestro maxi Etienne solía defender puntos de vista bastante radicales, y lo hacía, no porque necesariamente estuviera de acuerdo con ellos sino para que algo detonara dentro de nosotros y se creara el debate. De hecho, uno de los días más memorables del taller fue cuando, a la mitad de su discurso defendiendo un estado totalitario y feminista de izquierdas; salió de clase, se ató una bufanda al cuello y se presentó como Jorge, un joven taurino y español que utilizaba "podemita" como insulto.

Durante estos meses he aprendido que debes de conocer los argumentos del oponente, por dentro y por fuera. Debes seguir su lógica y comprender cómo llegan a sus conclusiones.