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Voluntariado en campamento de verano de Cáritas

Recomendado por mi amiga Clara, llegué a conocer los campamentos inter urbanos que organiza Cáritas en Madrid dirigidos a niños de familias en riesgo de exclusión social. Hasta ahora, nunca había tenido experiencia como monitora, pero me hacía ilusión probar y así fue como en mis semanas libres de verano decidí ofrecerme como voluntaria. Ha sido una experiencia que me ha impactado bastante; por un lado, perdí el miedo a tratar con niños, organizar actividades y ganarme su cariño y respeto. Por otro, me llamó la atención lo alterados que estaban los niños y su gran necesidad de afecto y atención. Es posible que esta situación se deba a que los padres de estos niños tienen grandes responsabilidades económicas sobre sus espaldas y quizá no puedan entregarse a sus hijos tanto como les gustaría.

Fue curioso notar también, cómo los pequeños comentarios que hacían en el día a día, reflejan estrepitosamente bien la cultura en la que vivimos. Al repetir los niños todo lo que oyen a su alrededor, sirven en cierto sentido como reflejo de la sociedad. “Viva España joder” “Moro del kebab” “Ah, eso es porque soy negro” “No, no al bullying” “Mujer, vuelve a la cocina” “¿Cuánto es 6+ 7?”

En algunos casos era positivo, y en otros no tanto, pero fue curioso notar hasta qué punto estos niños, y todos en realidad estamos moldeados por nuestro entorno.

Otro recuerdo que guardaré por mucho tiempo de este campamento es aquella ocasión en la que organizamos el juego del balón prisionero. El objetivo era eliminar a los demás lanzándoles un balón de gomaespuma y, en caso de quedar eliminado tratar de coger el balón al aire para salvarse. Desde el punto de vista de la teoría de juegos que estoy investigando en matemáticas, la estrategia estaría clara: esquivar el balón y tratar de eliminar a cuántos más compañeros mejor.

No obstante, sucedió todo lo contrario. Los niños, contra todo incentivo de ganar, empezaron a pasarse el balón entre sí y a salvar a sus amigos, demorando así la partida indefinidamente. Quedé extrañada pero también conmovida por este gesto que me hizo reflexionar sobre la bondad innata que tienen los niños y sobre los sistemas competitivos a los que les sometemos desde que son pequeños.

Además de todas estas observaciones y lecciones que me dieron los niños, pude observar de cerca lo organizadas y eficientes que eran las monitoras titulares y el enorme amor recubierto de una capa disciplina con el que trataban a los niños. Me inspiró mucho su resiliencia y su espíritu práctico en el que afrontaban las situaciones del día a día.